En estos momentos de confinamiento, cuando la pandemia está matando a tantas personas y haciendo sufrir a muchas otras, hacemos una reflexión más allá de nuestras propias necesidades sobre la salud del planeta y la de toda la humanidad.
Ante el dolor por tantas pérdidas humanas a causa de la mercantilización de los cuidados y de la atención a nuestras personas mayores, vemos que es urgente un cambio en nuestro modelo social, un cambio hacia políticas que pongan la vida en el centro de sus intereses.
Muchas personas en nuestro país ahora no pueden – y en un futuro cercano tampoco podrán- hacer frente al día a día, debido a sus empleos precarios, a la falta de techo, al aumento del paro, a la imposibilidad de acceso a los recursos de un sistema abusivo y excluyente.
Por otro lado, millones de personas viven en la miseria, o están bajo guerras o huyen de ellas. Varios millones se desplazan de un país a otro por múltiples causas que les impiden llevar una vida digna en sus orígenes. A estas causas se une ahora la pandemia. Pero antes de ella el planeta y la propia Humanidad ya estaban afectados de graves dolencias.
Surge una propuesta de no dar la espalda a la naturaleza, de volver a la naturaleza. Tenerla en cuenta significa tomar medidas que puedan ayudar al bienestar de la tierra, del agua, de los seres que la habitan, de la humanidad presente y futura. Significa revisar nuestro modelo de consumo y de alimentación, entre otras cuestiones.
¿Cómo se puede compaginar protección a la naturaleza con una población mundial de casi 8.000 millones de personas? Más de 700 millones de personas carecen de casi todo. Entre 40 millones y 60 millones de personas más podrían caer en la pobreza extrema en 2020 a causa del COVID-19.
¿Cómo podemos evitar la desigualdad? ¿Cómo alcanzar la igualdad con justicia social?
Nuestro modelo social y planetario estaba en peligro antes, pero ahora mucho más. Hemos contribuido a la desaparición y empobrecimiento de ecosistemas y hemos influido en la pérdida de biodiversidad. Hemos puesto a la naturaleza al límite, y está al límite la Humanidad que en estos momentos vive una crisis sanitaria y planetaria.
Cualquier situación futura que no incluya un cambio en el modelo social con reducciones en nuestro consumo supondrá un riesgo para la supervivencia del ser humano y gran parte de la vida en la Tierra.
Como antimilitaristas entendemos que los ejércitos son la fuente de contaminación más grande de cualquier país y del mundo. La fuente de contaminación más costosa, por otro lado. Solo con el presupuesto que nuestro país asigna anualmente a gasto militar y control social, a través de políticas de defensa para el mantenimiento del ejército y fuerzas policiales, su desplazamiento y las subvenciones asignadas a su investigación, producción y compra de armamento, en lo que se invierte más de 33.000 millones de euros anuales, se podría haber salido de la actual situación con menos costes humanos y sociales.
La industria de la guerra está en guerra con la ecosfera, que es nuestro planeta.
La inversión en la defensa medioambiental también ayudará a prevenir pandemias.
Mujeres de Negro, pedimos:
♀ Trabajar por un medio ambiente sano, cuidar lo cercano, consumir de forma local, cuidar del agua y de la tierra. Potenciar el acceso y disfrute de una vida y alimentación más saludables.
♀ Superar la desigualdad acercándonos a una igualdad con justicia social a través de salarios dignos para todas las personas con inclusión de todas aquellas que actualmente no pueden trabajar como consecuencia de un sistema que les deja fuera.
♀ Una reconversión industrial de la industria militar y encaminar nuestro futuro hacia un desarme total, es necesario emplear ese dinero en atención social.
♀ Más inversión en salud y bienestar, y dedicar nuestros impuestos a lo que realmente es nuestra defensa, una sanidad pública y universal.
♀ Como mujeres y feministas queremos participar de las decisiones que se están tomando hoy, que son decisiones para el futuro.